Rivera Martínez busca recuperar la confianza en Ciencias Forenses de Jalisco

 

Con 21 grados y un aire tibio en la Zona Metropolitana de Guadalajara, el edificio del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses se levanta con su fachada azul rey y blanco, contrastando con las mantas del colectivo Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos de Jalisco (Fundej). Afuera, los rostros de cientos de desaparecidos rodean la imagen de la Virgen de Guadalupe, recordatorio brutal de la crisis de desapariciones que atraviesa el estado.

Al interior, la sala de espera luce limpia y ordenada, en contraste con la pesada carga simbólica de sus muros. Hasta ahí llega cada mañana Alejandro Axel Rivera Martínez, director del instituto desde marzo pasado. Su llegada no estuvo exenta de polémica: los colectivos exigían la permanencia de Gustavo Quezada, pero finalmente Rivera asumió el cargo con el reto de ganarse la confianza de las familias que, dice, “no toleran retrocesos”.

El funcionario carga con la sombra de 2018, año en que los llamados “tráilers de la muerte” evidenciaron la incapacidad institucional para atender la acumulación de cuerpos no identificados. Ante ello, asegura que su principal objetivo es evitar que episodios como ese se repitan.

“La propuesta para evitar la saturación es ampliar las capacidades de cada delegación, con espacios semejantes a panteones forenses, exclusivos de Ciencias Forenses. Lo más importante es restituir a las familias los cuerpos”, explicó en entrevista.

En su gestión se ha fortalecido el Centro de Identificación Humana de Jalisco, que recibió 118 millones de pesos —97 millones para laboratorio y equipamiento, y 21 millones para renovar el parque vehicular—. Rivera presume que, gracias a nuevas técnicas, las identificaciones casi se han duplicado: “De menos de 50 en un año, pasamos a más de 80 entre marzo y julio”.

El director reconoce que los colectivos de búsqueda son un pilar fundamental y destaca la relación de diálogo y apertura que mantiene con ellos. “Agradezco el voto de confianza que nos han dado. La idea es escucharlos y atenderlos, pero también garantizar que cualquier persona reciba un trato digno, pertenezca o no a un colectivo”, afirma.

Entre sus principales retos están recuperar el prestigio de la institución, convertirla nuevamente en un referente nacional e internacional y mejorar las condiciones laborales del personal que trabaja en campo y laboratorio.

Rivera concluye con un compromiso: “El instituto está para servir a la sociedad. Queremos que la gente sepa qué hacemos y cómo lo hacemos, con verdad y justicia. Buscamos que las familias tengan a su ser querido de regreso, aunque sea en un panteón, y que la sociedad recupere la confianza en Ciencias Forenses”.

Desde su oficina, bajo la mirada de un búho y figuras religiosas que custodian su escritorio, el director enfrenta el reto de transformar la institución: de ser recordada por la crisis de los tráilers, a convertirse en un referente de verdad y justicia.

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